lunes, 20 de febrero de 2012

Los InVisibles


Qué es lo que nos hace comunes a todos. Por qué ya no miro a los ojos. Por qué me pongo los fonos y subo el volumen hasta el dolor. Por qué me desagrada la pobreza, la marginalidad y con ello, a los niños vibrantes de alegría en dicha realidad. Por qué prefiero depositar, donar o pertenecer a una fundación humanitaria donde jamás podré tocar a los beneficiados, ni olerlos.


Qué es lo que no soporto de las realidades degradantes. Qué es lo que admiro, fascina y encuentro en la realidad televisiva que no puedo apagar. Qué hay en mi teléfono que ya no encuentro en mi entorno vivo y carnal.

A qué me niego todos los días. Qué es lo que no quiero ver. Cuál es esa conversación que evito tener. Por qué mi deporte es  pasar en el pasado para relevarlo a carácter de sagrado. Por qué perdí la fascinación por lo que soñaba cuando era niño, dónde quedaron esos mundos llenos de luz y fantasía de mí “ser niño”, ¿por qué renuncié?

Mi postura es “yo primero”, es “yo siempre”, es “yo, el invencible”, es “yo, la mierda viva que capoto cualquier idea de cambio”, es “yo y todas las cosas que aún no me compro”, es “yo y mi perdida de fe en todo lo que en algún momento me llenaba de pasión, de ganas por la vida y el vivir”.

Todo lo anterior ha confabulado desde un acto inconsciente la construcción de una gran comunidad humana, ellos son los “invisibles”.

Los invisibles no sólo están en África, en Haití, en Irán, en Camboya, Rusia, Bolivia, India o China, no, claro que no. No están sólo en los artículos, en los comerciales humanitarios, en las noticias diarias (que cada vez más tristeza me dan), en el reportaje de guerra, en los migrantes o en las mujeres que cada día mueren por motivos que uno ni dimensiona en esta era digital que aún “no es la de todos”.

Los “invisibles” están en todas partes, están en tu casa, a veces son tus padres, tu abuelo o tu hijo.  Ellos están en las micros, en los hospitales, en la calle caminando sin rumbo con un currículum en blanco, para que decir en la red, allí hay demasiados, pero se multiplican más aún cuando el contacto debe ser directo, con la voz, con el tacto, con el olfato, con los sentidos que nos diferencian de los animales, de las bestias.

Hoy es importante hacer la reflexión, identificar a los que son “invisibles” para nosotros, ya sea porque así lo decidimos o por falta de conciencia, de calidad humana, de exceso de ego y poder.

El mundo es lindo, vale la pena un tango  o  un mambo por él, sobretodo cuando empezamos a construir la comunidad de los que hoy deseas hacer “visibles”. Todo es posible cuando salimos del hermetismo, cuando logramos erguir la cabeza, cuando decidimos vivir como los humanos que somos y para lo que fuimos creados (sea quien sea el creador).

Sería bueno hacer una promesa en pro de los “invisibles” y “visibles”. Sería impactante volver a sentir y a creer como niños y dejar la adultez para los zombis. Es necesario tomarse esto en serio, antes de caer en la muerte prematura con el fin de borrar nuestra especie.