martes, 2 de febrero de 2010

COMUNIDAD ES UNA “COMUNIÓN” CON CAPACIDAD PARA TRANSFORMAR

Más sobre comunidades en: http://thotlearning.blogspot.com/
Distinguir la comunidad es la acción
Todos nos encontramos en el mundo, la gran comunidad. De manera natural compartimos este espacio amplio y diverso en geografía, personas, culturas, situaciones, oportunidades y la capacidad de darnos cuenta que sí somos parte de él, no por un tema de elección sino desde un hecho concreto: vivimos en el planeta.

En el mundo nos vamos ligando entre nosotros a través de determinadas circunstancias que nos definen como seres en constante relación, conversación, miradas o a través de un saludo, de transacciones económicas, tecnológicas, transformándose en ejercicios cotidianos que nos permiten compartir un largo o breve espacio de intercambio, o mejor dicho, de comunicación.

Así vamos creando una red de hebras que se cruzan formando “hitos de comunicación”. Cada cruce puede dar paso a otro o a más hitos hasta tejer una red que seguirá en progreso. Estamos dentro de ella, no por un asunto de opción u obligación, más bien ella al igual que el aire está presente. Cómo verla si desde dicha metáfora podríamos decir que es transparente. La podemos ver observando lo que hacemos y cómo desde un “natural fluir” nos vamos vinculando más o menos profundo desde los espacios físicos que deseamos o que nos toca compartir, al ser chilenos o pakistaníes, al ser niños o estar en distintos lugares del mundo viendo el mismo programa de televisión.

El “hito de comunicación” goza de sutileza y consolidación, puede ser breve como una sonrisa o decidor como un acuerdo entre dos personas o a través de un discurso presidencial escuchado por un país de millones de habitantes. Ciertamente nos conectamos en diversos niveles de confianza, de conocimientos, de afectos, de intereses, de acciones, y esa capacidad de vinculación presente o ignorada es lo que nos revela el cómo vamos construyendo, participando, fortaleciendo y creando comunidad.
La comunidad está presente
Nuestra imagen de comunidad más cercana proviene de acciones que implican un alto número de participantes o de grandes motivaciones que reúnen personas en manifestaciones, etnias, religiones, etc. Evidentemente el concepto de comunidad es más amplio y considera la comunión que logramos con el entorno, con las personas; no es ajena a nuestra vida, ni depende de grandes acciones realizadas por grupos de personas, es más, habitamos más comunidades de lo que logramos identificar como tal.

Distinguirnos en una comunidad, es vernos en la acción de compartir, de comunicarnos, de vincularnos por los motivos o circunstancias que sean. Dos personas que “conversan”, que intercambian ideas, afectos, puntos de vista e intereses o que los acuerdan, están creando un proyecto común y como observadores podremos decir: sí, allí se está gestando una comunidad, mientras al compartir lo que observamos con otros, también comenzaremos a generar nuestra propia comunidad.

Así, sin identificarlas, vamos habitando distintas comunidades durante el día, es una práctica que surge de los múltiples espacios, intereses y acciones que ofrece lo cotidiano, permitiendo muchas veces vincularnos de manera conciente, voluntaria o como resultado del vivir.

Podemos ser parte de una comunidad al despertarnos por la mañana junto a la familia, cuando viajamos en el metro, al protestar frente al Congreso Nacional y también, al apagar las luces por un minuto en favor del planeta. Es decir, nuestra capacidad de movernos, de acordar, de querer ser parte de algo que nos identifique, de comunicarnos o de vivir, nos lleva a integrar variadas comunidades sin, muchas veces, saber que las habitamos.

El mover humano es constante. Al imaginar, pensar uno, dos y cientos de pensamientos a la vez, al tomar una conducta específica o realizar acciones, estamos movilizando el espacio, el mundo. Un ejemplo concreto de ello es nuestro ejercicio respiratorio que interviene nuestro entorno, liberando dióxido de carbono constantemente a cambio de oxígeno. Sin duda, el dinamismo que ofrece el “vivir” implica la vinculación, el contacto, la comunicación que permite “crear comunidad”.
Creación e identidad
Sabiendo que somos creadores de comunidades, sería bueno reflexionar el cómo crearlas en función de objetivos claros y que redunden en un bienestar. Si revisamos procesos de cambios históricos como el vivido en Chile a fines de los ochenta al retornar la democracia, descubriremos que hubo un objetivo claro que muchas personas estuvieron dispuestas a trabajar para lograrlo.

Para ser precisos, la “comunidad” se crea desde el encuentro de los intereses, de los espacios comunes, de los afectos compartidos, las conversaciones y los deseos profundos de las personas. Es más, si observamos los procesos que la constituyen, es probable que logremos visualizar y construir aquellos “hitos comunicacionales” que brinden ese estado de “comunión” que define y da origen a toda comunidad humana.

Los resultados de la comunión deseada, trabajada o construida desde las personas, le permiten a la comunidad decir quién es, para dónde va, qué quiere lograr, con quiénes y para qué. La claridad que ella alcance al ser comunidad, le permitirá definirse y ser definida de la misma forma, quien la observe verá lo que ella también ve de si misma y lo que desea proyectar.

La identidad posee movilidad y es capaz de transformarse si los objetivos de la comunidad lo requieren. Por ende, la comunidad precisa de la identidad para lograr lo que desea o aspira y a la vez, necesita de las personas para construir la realidad, las ideas, las emociones y las conductas que permitan realizar aquel “proyecto común” o el “gran motivo” que le posibilita reconocerse como una comunidad.

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