martes, 29 de diciembre de 2009

LA NECESARIA DÉCADA DE LA COMUNICOLOGÍA

Un artículo de Mauricio Tolosa/ Comunicólogo
Esta primera década del milenio será recordada como la de la explosión de las tecnologías de la información. Redes de computadores en la banca, el comercio, el gobierno y los colegios posibilitan interacciones en línea con una masividad que pocos imaginaron se alcanzaría tan rápidamente.
Los blogs y las imágenes enviadas desde los celulares rompen el bloqueo informativo de los regímenes autoritarios. Hoy, el correo electrónico o el otrora popular Messenger, parecen herramientas de la antigüedad, frente a las presentes y actuales redes sociales como facebook o twitter.
En este siglo, el latido de las tecnologías de la pantalla conectó las reacciones simultáneas de la humanidad entera, como cuando seguimos con asombro el ataque a las Torres Gemelas o la magia de las Olimpiadas de Beijing.
Pero paradojalmente, la verdadera comunicación, esa que sucede entre las personas, que crea y transforma, parece estancada y hasta en retroceso. Grandes pensadores de la humanidad advierten que estamos frente a una crisis de civilización y de desarrollo, cuyos signos más evidentes son el medio ambiente, la economía y la convivencia en las mega urbes.
Para resolver esta crisis requerimos urgentemente que la segunda década del milenio sea la de la verdadera comunicación, esa de la creación de comunidades, de universos compartidos, de la conversación y el respeto, donde tomamos decisiones que nos unen porque nos sentimos parte de una misma comunidad nacional y humana.

lunes, 28 de diciembre de 2009

“LA FUERZA ESTÁ CONTIGO”

Las preguntas son habituales a pocos días de finalizar el año. Giramos el rostro al pasado, meditamos lo sucedido en el presente y luego, imaginamos nuestros deseos y su posible materialización en el futuro. A partir de ello surge una señal que confirma y nombra a la “fuerza” como el hecho que nos permite vivir, arriesgar y saltar. La pregunta es: ¿dónde o cuándo podemos verla y hacer conciencia de ella?

La fuerza es una herramienta que viene con nosotros, es humana y también animal; su poder y tamaño se manifiesta al querer sobrevivir, transformar(se), arriesgar o cambiar el rumbo de lo que ya parecía trazado. Las circunstancias la hacen aparecer, la expanden y la definen. Quien vive momentos de “fuerza” no siempre hace conciencia de ella, porque de manera brutal no sabemos la capacidad que poseemos.
Cuando observamos su poder, su expansiva forma de llenar el espacio, de conducir las acciones y la palabra dicha, el mundo gira hacia las posibilidades.
Vemos “fuerza” en las personas que viven en guerra como un estado habitual, que enfrentan la sed, que construyen sus viviendas en un basural o que luchan por la igualdad. En mujeres sacando tomates al interior de una nave a treintaitantos grados, en los que esperan ser liberados de un secuestro o que están ahorrando para comprarse una prótesis tras la desaparición de un miembro. Cómo es posible aquello. Cómo es posible que alguien persista en seguir viviendo ante condiciones límites.
La fuerza no es una respuesta automática como quien dice su edad, ella requiere ser “experimentada” hasta cumplir el objetivo de decirnos con voz potente quiénes somos. Es en esa revelación vital donde recordamos y volvemos a creer en la “capacidad humana” que ha logrado construir parte del mundo que habitamos.
Para hallar la fuerza no requerimos precisamente de la razón o de los libros, sino más bien del instinto que es capaz de materializarla a través de muchos seres que hoy están abrazados a la vida en escenarios “imposibles” de creer. La fuerza no ve diferencias, está allí, en cada uno de nosotros. A ver si este año el instinto nos ayuda a encontrarla.

martes, 15 de diciembre de 2009

MIRANDO DESDE UN CATALEJO CÓMO UNA HORMIGA MUERDE UNA HOJA


La observación tiene el poder de mostrarnos aquello que nadie ve en un momento determinado; es un hábito que ayuda a descubrir la esencia del vivir y que nos permite alcanzar un instante de intimidad con el mundo, revelándonos que el observar permite construirlo cada día.

Un ejemplo real de ello es la caída de la réplica de la catedral de Milán en el rostro del primero ministro Silvio Berlusconi. La mole no fue vista por seguridad ni por la gente, sino por la lente de una cámara que tomó la imagen precisa que expusiera al globo la boca ensangrentada y la mueca de miedo de la autoridad italiana.
Si afinamos aún más el catalejo, podemos ver la ciencia e importancia que implica calzar un ladrillo sobre otro, el sentido de los dibujos simbólicos de una manta indígena o de los misterios que encierra una sonrisa o de las herramientas para provocarla. Del dolor del “otro”, del cansancio o de cómo hacerlo feliz.
Cuando descubrimos el poder de la observación, cada experiencia se vuelve primera. Tomas el jabón para lavar tus manos y piensas ¿qué tuvo que suceder para que el hombre calzara las piezas y eso que tienes en las manos se tornara en un producto de higiene?
Si miras a tu alrededor, ves construcciones de 20 o más pisos, tomas tu celular y aprietas “Enviar”, realizas un click y le dices “hola” a alguien que está en Burkina Faso. Nuestros antepasados dirían que es magia, nosotros diríamos que es una creación producto de necesidades, preguntas, intentos, miles de intentos y de una aguda observación que permite comprender cómo hacer las cosas en todos los ámbitos de la vida.
Es la observación la que provee las respuestas y nos comunica con el todo. Ella nos dice que estamos junto a otros habitantes que podrían ser afectados por nuestras decisiones, sea esta una elección presidencial o una jauría de ruidos molestos que provocan al vecino.
Ella conduce nuestra intuición, inspira la creatividad, te dice qué hace falta y desde su sutil operar nos confirma la capacidad humana que existe en ti, en otros, en todos.
Cuando descubres la observación, cuando ves su poder, es imposible ser el mismo, porque todo lo que ves se vuelve nuevo, se vuelve primero, te maravillas, te asombras, te sientes con la ingenuidad y la sorpresa que suscita “ver” desde un catalejo a una hormiguita “mordiendo” una hoja.

viernes, 4 de diciembre de 2009

COMUNIDAD ES UNA “COMUNIÓN” CON CAPACIDAD PARA TRANSFORMAR

La comunidad es el resultado de una conversación que sucede entre dos o más personas que intercambian ideas, que se sintonizan a través de ellas; surge de los espacios, intereses, acciones y ejercicios cotidianos que nos permiten una conexión voluntaria o como resultado del vivir. Hacemos comunidad cuando viajamos en el metro, al protestar en el Congreso y también, al apagar las luces por un minuto a favor del planeta.
Nuestra imagen de comunidad más cercana proviene de acciones que implican un alto número de personas o de grandes motivaciones que las reúnen en manifestaciones políticas, etnias, religiones, etc. Sin embargo, dos personas que toman acuerdos, que se vinculan, también están haciendo comunidad.
Cuando entendemos cómo sucede, podemos pensar en crearlas. Ello requiere “poner en común” lo que se necesite para que un número de personas pase de la dispersión a un “estado de comunión”. El estado se logra desde la creación de instancias de interés común, pasando por la vivencia, hasta darles a entender a sus integrantes lo que sucedería si se pusieran de acuerdo: revelarles la potencia humana.
La sintonía llegará desde esa comunión deseada o voluntaria que le permite a la comunidad decir quién es, para dónde va, qué quiere lograr, con quiénes y para qué. La claridad que ella posea al ser comunidad, le permitirá definirse y ser definida de una misma manera, quien la vea verá lo que ella también ve de si misma y lo que desea proyectar. La comunidad es una “comunión” con capacidad para transformar.