martes, 15 de diciembre de 2009

MIRANDO DESDE UN CATALEJO CÓMO UNA HORMIGA MUERDE UNA HOJA


La observación tiene el poder de mostrarnos aquello que nadie ve en un momento determinado; es un hábito que ayuda a descubrir la esencia del vivir y que nos permite alcanzar un instante de intimidad con el mundo, revelándonos que el observar permite construirlo cada día.

Un ejemplo real de ello es la caída de la réplica de la catedral de Milán en el rostro del primero ministro Silvio Berlusconi. La mole no fue vista por seguridad ni por la gente, sino por la lente de una cámara que tomó la imagen precisa que expusiera al globo la boca ensangrentada y la mueca de miedo de la autoridad italiana.
Si afinamos aún más el catalejo, podemos ver la ciencia e importancia que implica calzar un ladrillo sobre otro, el sentido de los dibujos simbólicos de una manta indígena o de los misterios que encierra una sonrisa o de las herramientas para provocarla. Del dolor del “otro”, del cansancio o de cómo hacerlo feliz.
Cuando descubrimos el poder de la observación, cada experiencia se vuelve primera. Tomas el jabón para lavar tus manos y piensas ¿qué tuvo que suceder para que el hombre calzara las piezas y eso que tienes en las manos se tornara en un producto de higiene?
Si miras a tu alrededor, ves construcciones de 20 o más pisos, tomas tu celular y aprietas “Enviar”, realizas un click y le dices “hola” a alguien que está en Burkina Faso. Nuestros antepasados dirían que es magia, nosotros diríamos que es una creación producto de necesidades, preguntas, intentos, miles de intentos y de una aguda observación que permite comprender cómo hacer las cosas en todos los ámbitos de la vida.
Es la observación la que provee las respuestas y nos comunica con el todo. Ella nos dice que estamos junto a otros habitantes que podrían ser afectados por nuestras decisiones, sea esta una elección presidencial o una jauría de ruidos molestos que provocan al vecino.
Ella conduce nuestra intuición, inspira la creatividad, te dice qué hace falta y desde su sutil operar nos confirma la capacidad humana que existe en ti, en otros, en todos.
Cuando descubres la observación, cuando ves su poder, es imposible ser el mismo, porque todo lo que ves se vuelve nuevo, se vuelve primero, te maravillas, te asombras, te sientes con la ingenuidad y la sorpresa que suscita “ver” desde un catalejo a una hormiguita “mordiendo” una hoja.

2 comentarios:

  1. Hola, Francisca

    Es interesante el post que le dedicas a la observación, aunque difiero un poco de lo que planteas.

    Creo que la observación es un asunto vital, sobre todo cuando agudizamos la mirada con respecto a algún tema u objeto particular. La labor del investigador social necesita mucho de la observación para analizar, reflexionar, sacar sus conclusiones.

    Sin embargo, el hecho en sí de observar no creo que nos dé las respuestas y nos comunique con el todo. Podemos examinar atentamente un fenómeno, pero no por ello llegar a una interpretación correcta, porque prevalecerá el punto de vista del observador, que siempre llevará una carga subjetiva. Además, somos seres humanos cargados de prejuicio, de preconceptos, de una educación que nos limita o nos hace identificarnos con algo.

    Además, teniendo en cuenta que la comunicación parte de una relación efectiva, de una interacción donde hay retroalimentación, no es suficiente con observar, es necesario actuar. Para trascender y crear nuevos puntos de referencia es necesaria la acción, la comunicación es acción, y debe ser una acción pensada.

    Lo del primer ministro tiene unas connotaciones políticas. El lente puede tener detrás una estructura partidista o no, pero atiende a un interés especial que se cruza con el sensacionalismo y con la percepción política italiana del personaje. Todo un asunto contextual.

    Finalmente, quiero referirme al impacto tecnológico que alcanzas a mencionar, según el cual estaríamos más comunicados gracias a la interconexión mundial; sin embargo, y siendo un usuario a favor de la tecnología, creo que habría que evaluar otras miradas no tan apologéticas:

    "Es tan fácil dialogar de un extremo del planeta al otro que nos olvidamos de las dificultades, indispensables, del "cara a cara". Las técnicas no resolvieron los problemas de la comunicación humana, simplemente los difirieron al empujarlos al extremo de los teclados y pantallas. Más allá de todas estas técnicas cada vez más simples, económicas, lúdicas e interactivas, el otro está siempre presente, tan difícil de acceder, tan difícil de comprender y de interesar como siempre. Como si las dificultades de la comunicación humana fueran simplemente puestas entre paréntesis por las proezas técnicas".

    Fragmento del libro "Pensar la Comunicación", de Dominique Wolton (2007: 62).


    Un saludo desde Colombia

    Atentamente,

    Jorge Andrés Echeverry Mejía
    Lic. en Comunicaciones
    Universidad de Antioquia

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  2. Hola Jorge...gracias por comentar.
    La observación al ser un “ejercicio” requiere movimiento.

    La observación de la que hablo es la que “descubre”, la que logra "distinguir" dentro de la trama. El observar nos contacta con el entorno, de allí a decir que comunica. Ciertamente, la comunicación humana es para la cual trabajamos los comunicólogos y actualmente, los click nos revelan cual es la “conducta” que nos mantiene conectados...creo que retomar ejercicios sencillos como lo es la observación nos lleva a ver nuevamente los orígenes y la creación de lo que nos rodea, ello nos refresca la memoria y nos dice de lo que "somos capaces" desde un sentido positivo para salir de aquel engaño reforzado por los medios donde que nos dicen diariamente que "las cosas no van a cambiar".

    Si observamos, distinguiremos que los hombre más inspiradores de la historia creyeron, sintieron, dijeron lo contrario e hicieron lo contrario.

    La observación al comunicarnos con el mundo nos entrega respuestas y al ser una acción nos permite crear, dar soluciones y construir, ello significa que la actitud del observador no es la contemplación sino su vinculación con el mundo.

    Saludos para ti.
    Francisca.

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