La tristeza es algo que podemos esconder pero no por eso dejar de vivirla.
Las imágenes que de manera ingenua van quedando en nuestra memoria para decirnos que nada está perdido, ni en el presente, ni lo estuvo en el pasado, es a veces un bálsamo y en otras un espacio vertiginoso que nos hace preguntar ¿por qué hay lugares que roban parte de ti o tu decides dejar algo de ti en él?
Cuando se es feliz, cuando es el corazón lo que viertes y otros lo vierten en el mismo camino, es algo que ni las mismas palabras pueden explicar. Los procesos de cambio tienen una obligada reflexión y con ella preguntas que no logras responder.
Hoy es una noche de esas. El afecto es tan invisible, pero tan concreto en el mundo de las sensaciones, sueños, imágenes, conversaciones y abrazos infinitos. A veces la itinerancia tiene ese sabor amargo del dejar, de que desearías llevarte a todos los que tuvieron ingerencia en tu transformación y le hicieron bien a tu vida. Es más, quieres que estén bien, que sigan con la misma luz, con la misma fuerza para vivir y crear espacios de posibilidades para otros que hoy duermen sin saberlo.
Mi Pichidegua es eso y todo lo que no logro materializar en esta breve forma de decir gracias por todo lo revelado, por el mundo que eres tú, tierra fértil, de aire liviano y simple.
Recuerdo los cientos de ojos, la iniciativa y la capacidad de poder seguir intentándolo después de haberlo perdido todo. Ese gran gesto es la razón que me hace respetar a dicha tierra, a las personas que la habitan.
Un antes y un después resume todo su significado en mi vida, yo te extraño y lo vivo, me atrevo a compartirlo, a decir que la fortuna está en lugares –aparentemente- simples y sencillos. Para ti no hay olvido.
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